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lunes, 8 de octubre de 2012

Filomena.

Filomena de haber nacido en otra época hubiera sido mujer cultivada, sabia todas las coplas de ciegos de carrerilla y aún añadía algún párrafo de cosecha propia, tenía un cierto donaire para recitarlas a la luz de la lumbre o del candil según se terciase de gastar gas.


Gustaba de escandalizar mozos contando con pelos y detalles, como la embridaba su Adolfo que era un primor de hombre; viril donde los hubiese, aunque no se recataba de decir que, en cierta ocasión el cura quiso darle la homilía en petit comité y en plena Sacristía que el hombre al parecer debajo de la sotana tenía un aire a Gary Cooper, a lo que ella repuso que donde estuviera su Adolfo que  se quitara  el clero por muchas indulgencias que ofreciese y todas ellas plenarias que por aquel entonces no era cuestión baladí despreciar tal regalo ( las indulgencias ) .



Adolfo era hombre leído, nunca se supo si llegó a ser bachiller pero ejercía de amanuense,  que casó con ella, por la vía de la marcha atrás, vamos que por no dar atrás tuvo que dar pa- lante con la boda y además, sabiendo leer él,pensaba que con uno en casa ya bastaba de ciencia, que ella, diera todo su esfuerzo en el colchón de lana que cuartos había costado como para no amortizarlo.



Una negra noche, de las del invierno, invierno, se ahogó Adolfo, al parecer dicen era maestro en encontrar testigos falsos, pero más falsos que a peseta, y redactar contratos. Esa noche hubo quien perdió el Juicio y se vengó de su buena letra cargándose al "amanuense" de letra tan perfilada, con ribetes pretenciosos, de poco le sirvieron pues le empujaron a un riachuelo que no tenía ni diez centímetros de profundidad. Al parecer tuvieron que sujetarle la cabeza pues no colaboró y se empeñaba en sacarla del agua.



Cuentan que de ahí venía la fijación de Filomena  de querer ahogarse por los pies, pues meter le cabeza dentro del agua le parecía poco cristiano y hacerle además un feo a su difundo,  como ya hemos contado, se metía únicamente hasta el tobillo, armaba el paripé  correspondiente, como para preocupar al vecindario, hasta que se cansó ella de helarse pues el agua estaba fría y mientras llegaban vecinos, sacaba y metía los pies, pero con vecinos cerca no era cosa de echarse atrás.



Al parecer el pueblo se cansó de tanta pantomima y decidió dejar que se ahogara por vía del tobillo, pues de ahí nunca pasó el calado. Cuentan que desde entonces fue cuando empezó a ahogar sus penas en alcohol que alborotaba lo mismo y gozaba más del tinto que del agua clara.