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viernes, 26 de octubre de 2012

Florencio (dos)

Florencio, era de pueblo pero afortunado, el olor a viñedos lo enervaba de vez en cuando, veía las uvas cuando van a madurar como el parto de mujer rubia. Las rubias eran su debilidad aunque fuesen teñidas. El de niño se tiñó también, le habían contado que con agua oxigenada se ponía en pelo rubio, fue al cajón de los escasos medicamentos y tomó cuanta agua oxigenada pudo, en principio quiso bebérsela a ver si así teñía todos los pelos, no sólo los de la cabeza; pero luego pensó que si picaba en las heridas iba a arderle el estómago o darle la flojera y desistió.

Después de vaciar la botella del agua oxiginada y pasados unos días, se encontró una vecina que lo tenía medio enamoriscado , hasta el punto de que cada vez que le tiraba de las coletas, hubiera tenido una erección pero le daba pereza y a mayores estaba mal visto que se notara el escaso paquete, eran otros tiempos en que no se presumía de esas cosas, el caso es que la vecina: Le dijo.- Rubio de frasco!! muy discreta ella, ahí acabo con la carrera de rubio imparable de Florencio !Nunca más se oxigenó !!

Fue madurando y creciendo pero al revés que nuestro señor, él en sabiduría crecía poco. El maestro lo tenía de ejemplo, de ejemplo nefasto, cantaron un día el "cara al sol" y al final cuando gritaron !Arriba España! el hombre que tenía un pariente rojo a más no poder y algo había oído sobre las Repúblicas Soviéticas, dijo sin transición !La soviética! Le salvó el ser niño y lelo, pues aunque por aquel entonces ya no se fusilaba, a los padres los iban traer a mal traer.

De todos modos era buen mozo y  las muchachas, adivinaban que arrimándose a aquel árbol buena sombra las cobijaba se dejaban hacer, hacer más bien poco..Tocar tocaba el hombre que ni la filarmónica de Boston, pero de ahí al himeneo nunca llegó por lo que siguió soltero y ya se sabe sin pasar por vicaria salvo moza temeraria no había nada que hacer que los curas eran muy curas del señor para luego  tener que confesar tamaña aberración. 

 A veces llegaba tan desesperado que más de una mirada lujuriosa le echaba a las ovejas, pero no iba a volverse zoofílico  por un mal estar de poca monta. Con todo había uno de aquellos bichos que lo miraba con dulzura, al menos él llegó a creérselo y no podemos dar fe de lo que opinaría el animal.