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viernes, 16 de diciembre de 2011

La soledad que nos lleva

La soledad, que nos acompaña, de las que no nos salva, ningún  aparato tecnológico, por muy sofisticado que sea, pues ¿Dígame usted? Si, su esposa le dice, !cansino que eres un cansino!.., Quien dice esposa dice, el vicivérsico que vienen a ser la contraparte de la parte contratante ¿Qué le queda? Agarrase a la blackberry y darle compulsivamente al dedo hasta encallecer no se sabe, si el dedo el ánimo o el alma, entre S.O.S más o menos, pues si nunca estuvimos tan bien comunicados es no menos cierto, que no hablamos con el vecino del quinto y digo quinto por decir algo.


Salvo el "recio" que se lleva el felpudo a lo más que llegamos es, a la conversación profunda del ascensor ¿Sube? ¿Baja? Parece que va a llover.., eso que en mis tiempos se llamaba la funcíón "fatica" del lenguaje, y con el cuello estirado para no invadir la intimidad del prójimo, y menos mal sino nos ponemos mascarillas al estilo dentista.

Es inversamente proporcional el número de almas, al número de individuos, que se sienten solos en medio de millones de habitantes.A veces me dan ganas de entrar en los  grandes almacenes a ver si con suerte ( y hay que tenerla) la dependienta me sonríe, que más se parecen a las azafatas de la vieja Ibería que a atentas mancebas.
Hace unos años, viví un tiempito en un estudio yo sólo, que gustazo hacer la compra, si no fuese, por qué al ir a pagar, la cajera miraba para otro lado al darme el cambio o ya ni me miraba, uno que por guapo no se tiene, en honor a la verdad rebelada del espejo, empezaba a cabrearse, hasta el punto de que un día tentado estuve de pagar con monedas de dos céntimos a ver si así me prestaban atención, tengo para mi que ni  por esas.
El otro día, me quedé traspuesto en el sofá, y desperté viendo, moverse insinuantes, dos ya no tan jóvenes, muchachas, diciendo.."llama, te estamos esperando, al tal, tal, tal" . Me frote los ojos, me pellizqué, había allí del otro lado dos walquirias, señalándome con el dedo,miré alrededor, luego debajo del sofá, y estaba yo sólo en el sofá, no hay duda se sentían solas y querían hablar conmigo, altruistamente, desde la tele, me entusiasmé y me puse a comprar compulsivamente en la teletienda.