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domingo, 17 de abril de 2011

Cinema, que no Paradiso..


Les contaba las anécdotas del cine, y son para seguir y no parar. Las mañanas de los domingos se recogían las latas, pues latas eran, que metidas en un saco de esos de correos como si fueren sardinas, venían las copias en celuloide, altamente inflamable por cierto, se repasaban pues de tanto usar las escenas mermaban en su duración pues el metraje iba cada vez a menos con el riesgo de reconvertir un "largo-metraje" en un corto y tan corto que mas pareciera confabulación del cura censor que desgaste por uso, a veces tenían escenas, cuadros de las mismas deteriorados, de tal modo que si una copia iba de un cine al otro hasta el desgaste más descarado se podía dar la paradoja de un acorte de secuencia extraordinario o peor aún desaparecer la secuencia con la consecuente perplejidad del espectador dudoso sobre su capacidad de entender la trama.


Un domingo cualquiera de un mes y año, que no recuerdo faltó una de esas "latas de celuloide" con lo cual, la disyuntiva era dura, o no proyectar, con las consecuencias de cinéfilos de morros o intentar buscar lo que faltaba en un viaje a Vigo y en domingo, todo cerrado, bueno el saber donde toma café la persona que buscamos tiene sus ventajas, el distribuidor solía tomar café y mantener tertulia cartas por medio, en el mismo bar de siempre; y ahí.. les ves, cual aventureros en busca de un París-Dakar sin dunas pero con curvas!cuantas curvas! no se hacían carreteras se serpenteaban montañas;vamos que no se hacía un puente ni por asomo.
Respetando la naturaleza, que de ser un poco caprichosa sólo quedaba encomendarse a santa biodramina y así sin comerlo ni beberlo como intrépidos aventureros, empezaba la proyección los unos ( y los otros hacían 70 Kilómetros) Pero qué kilómetros... en busca del eslabón perdido! A estás alturas se habrán dado cuenta que la acción no estaba en la butaca del cine, en las últimas filas de amores furtivos llenos ahí ni se enteraban pero acción había para dar y tomar, pero no nos desviemos del tema.


Con la intrepidez que permitía un Seat- 600, que no era mucha la verdad, imitando en más de una ocasión, a un Carlos Sainz versión cutre, las ruedas chirriando entrando a tumba abierta, no  por tanto correr sino por el nada estabilizar(vamos que entrar entro que  luego ya veré como salgo) en las curvas, el seiscientos devoraba dificultades bacheadas,peraltes inexistentes o lomas impertinentes: Ya en Vigo sin resuello, corriendo al bar "Ven a abrirnos que nos falta  una bobina" y de nuevo vuelta a desandar lo andado ( la acción seguía en la carretera) y mientras esto ocurría, lo auténticamente cómico es que la gente aplaudía la llegada del Séptimo de caballería, salvando a aquellos pioneros que mataban indios que se llamaban Vaqueros por un quítame allá esas tierras, a veces llegaban por los pelos, pero llegaban, con lo que faltaba de celuloide, pues es sabido que el Séptimo de Caballería llegaba tarde, pero llegaba, no me digan que la vida era aburrida por aquel entonces  La pregunta es ¿ Por qué no aplaudir al recadero que venía con la peli,,o lo que faltaba de ella?